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Masculinidades, cuerpo y sexo: ¿cómo influyen en el chemsex?

  • mariarocuantr
  • 14 sept
  • 2 Min. de lectura

El chemsex no ocurre en el vacío: está atravesado por mandatos culturales sobre el cuerpo, la sexualidad y lo que significa “ser hombre”. Muchos hombres gays y bisexuales viven bajo la presión de encajar en un modelo de masculinidad hegemónica: viril, fuerte, con un cuerpo musculado y siempre dispuesto a rendir en la intimidad.

En este artículo exploramos cómo esos mandatos influyen en la práctica del chemsex y qué impacto tienen en la forma en que nos relacionamos con el sexo, el cuerpo y los demás.


La presión de la masculinidad hegemónica

Desde pequeños aprendemos que para ser “válidos” como hombres debemos mostrar fuerza, autocontrol y deseo constante. Estos mandatos de masculinidad no desaparecen en el mundo gay: al contrario, muchas veces se reproducen con más fuerza en los espacios de socialización y en las aplicaciones de citas.

En perfiles de apps como Grindr o Scruff abundan frases como “masc for masc”, que valoran lo viril y desprecian lo “femenino”. Esta exigencia constante de demostrar masculinidad refuerza la idea de que solo ciertos cuerpos y actitudes son deseables.


El papel del cuerpo en el deseo

En la cultura gay, el cuerpo suele funcionar como carta de presentación. La musculatura, la edad o la apariencia física pueden convertirse en filtros de inclusión o exclusión. El chemsex, en este contexto, ofrece una vía para escapar de la inseguridad: las drogas aumentan la confianza, desinhiben y permiten “olvidar” por unas horas las exigencias del espejo o del juicio externo.

Pero esa seguridad es frágil: al terminar la sesión, la comparación, la vergüenza o la baja autoestima vuelven con más fuerza, alimentando un círculo de insatisfacción.


Sexo, rendimiento y sustancias

Otra presión frecuente es la del rendimiento sexual. Se espera que los hombres tengan erecciones duraderas, energía para horas de sexo y ausencia de límites. Las drogas utilizadas en el chemsex —como metanfetamina, GHB o Viagra— permiten sostener este tipo de encuentros, pero también pueden hacer que el placer se convierta en una especie de “competencia” más que en una experiencia íntima.

El riesgo es que la sexualidad quede reducida a cumplir un rol, en lugar de vivirse como un espacio de disfrute auténtico y conexión emocional.


Romper con los mandatos: otra forma de vivir la masculinidad

La buena noticia es que hay muchas maneras de ser hombre, y todas son válidas. Reconocer que la vulnerabilidad, la ternura y el cuidado también son parte de lo masculino permite liberarse de esos mandatos rígidos.

Explorar tu sexualidad sin necesidad de demostrar nada, escuchando tu propio deseo y tus límites, puede ser un paso hacia relaciones más auténticas y satisfactorias.


Una reflexión final

El chemsex puede convertirse en un escenario donde los mandatos de masculinidad, la presión del cuerpo perfecto y la exigencia del rendimiento se hacen más visibles. Pero también puede ser la oportunidad de cuestionar esas normas y empezar a construir una relación más libre con tu sexualidad.


👉 Si sientes que la presión por encajar, rendir o mostrar cierta imagen influye en tu relación con el chemsex, recuerda: no estás solo. En terapia podemos trabajar juntos para descubrir nuevas formas de vivir tu cuerpo, tu deseo y tu masculinidad desde un lugar más auténtico.


Masculinidades, cuerpo y sexo: ¿cómo influyen en el chemsex?
Masculinidades, cuerpo y sexo: ¿cómo influyen en el chemsex?

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