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La búsqueda de conexión y pertenencia detrás del chemsex

  • mariarocuantr
  • 14 sept
  • 3 Min. de lectura

El chemsex no es solo una práctica que mezcla drogas y sexo. Para muchas personas, es también una forma de sentirse parte de algo, de conectar con otros y de vivir una intimidad que a menudo resulta difícil fuera de esas sesiones.

En este artículo vamos a profundizar en la dimensión social y emocional del chemsex: ¿qué hay detrás de esa búsqueda de conexión?, ¿qué necesidades intenta cubrir?, ¿y qué alternativas existen para construir vínculos más sanos?


El deseo de pertenecer a un grupo

Los seres humanos somos sociales por naturaleza. Desde que nacemos necesitamos sentirnos vistos, reconocidos y aceptados. En el caso de muchos hombres gays y bisexuales, la historia personal suele estar atravesada por el rechazo, la discriminación o la homofobia.

El chemsex aparece entonces como un espacio donde esas heridas parecen desdibujarse: un lugar donde sentirse parte de una comunidad, donde “hablar el mismo idioma” y compartir experiencias con quienes han vivido situaciones similares.


Más allá del sexo: vínculos y emociones

Aunque a primera vista el chemsex se asocia con prácticas sexuales, lo que ocurre en esas sesiones es mucho más complejo. Muchos participantes describen que lo que más valoran no es solo el placer físico, sino:

  • La sensación de intimidad emocional que surge bajo los efectos de las sustancias.

  • El sentirse aceptados sin juicios por los demás.

  • La experiencia de compartir un ritual común, con códigos, lenguaje y dinámicas propias.

En ese sentido, el chemsex funciona como un espacio de pertenencia, donde el vínculo colectivo puede sentirse más fuerte que en la vida cotidiana.


El riesgo de la exclusión

El problema es que, igual que puede generar sensación de comunidad, el chemsex también puede reforzar dinámicas de exclusión. No todas las personas encajan en esos espacios, y quienes quedan fuera pueden sentir rechazo, vergüenza o una necesidad aún más intensa de demostrar que son “válidos”.

Además, cuando la conexión emocional depende siempre de las drogas, se corre el riesgo de que la intimidad se sienta frágil o vacía una vez pasada la sesión. Esto puede llevar a un círculo de aislamiento: cuanto más solo me siento, más necesito volver a una sesión para no estarlo.


¿Qué alternativas existen?

Reconocer que la búsqueda de conexión es legítima es el primer paso. No se trata de negar lo que el chemsex ofrece, sino de preguntarte: ¿puedo encontrar esa sensación de pertenencia en otros espacios?

Algunas alternativas son:

  • Grupos de apoyo o terapia grupal, donde compartir experiencias sin necesidad de consumir.

  • Redes de amistad y cuidado, que no giren solo en torno al sexo o las drogas.

  • Explorar la intimidad sobria, paso a paso, recuperando la confianza en tu capacidad de conectar desde la autenticidad.


Reconstruir la pertenencia desde la autenticidad

El chemsex refleja un deseo muy humano: no estar solo. Reconocer esta necesidad, sin juzgarla, puede abrir la puerta a formas de relación más estables y nutritivas.

Si sientes que el chemsex se ha convertido en tu única manera de conectar, no significa que algo esté mal contigo. Significa que mereces encontrar espacios donde seas aceptado y querido tal como eres, sin condiciones.


👉 Si buscas un lugar donde hablar de tu experiencia y reconstruir vínculos desde la autenticidad, puedo acompañarte en ese proceso. La terapia es un espacio seguro para explorar qué necesitas y cómo cuidarte sin juicios.


dimensión social y emocional del chemsex
Dimensión social y emocional del chemsex.

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