Chemsex y salud mental: cuando el placer se mezcla con la ansiedad y la soledad
- mariarocuantr
- 14 sept
- 3 Min. de lectura
El chemsex suele presentarse como un espacio de placer, conexión y liberación. Pero muchas personas descubren, con el tiempo, que esa búsqueda de intensidad también puede traer consigo malestar emocional, insomnio, ansiedad o una sensación de vacío difícil de manejar.
En este artículo exploramos la relación entre chemsex y salud mental, y por qué entenderla es clave para acompañar un cambio real.
La comunidad LGTBIQ+ y la huella del estigma
Hablar de chemsex implica hablar también de historia y contexto. Durante décadas, la homosexualidad fue patologizada por la psiquiatría y criminalizada por la sociedad. El impacto del VIH en los años 80 dejó además una marca de estigma y discriminación que todavía hoy influye en la forma en que muchas personas gays y bisexuales viven su sexualidad.
Todo esto repercute en la salud mental: mayor riesgo de depresión, ansiedad, consumo problemático de sustancias e incluso ideación suicida. El estrés de las minorías —ese malestar crónico que nace de la discriminación y la expectativa constante de rechazo— explica en parte por qué algunos hombres recurren al chemsex como forma de escape o de autogestión del dolor emocional.
El vínculo entre chemsex y la ansiedad
El chemsex suele ofrecer una sensación inmediata de seguridad: las drogas desinhiben, dan confianza y permiten vivir el sexo sin los frenos que impone el miedo o la vergüenza. Sin embargo, esa misma sensación puede transformarse después en ansiedad, ataques de pánico o pensamientos obsesivos.
Muchas personas me dicen en terapia: “me siento bien en la sesión, pero al día siguiente aparece la culpa, la angustia y el vacío”. Esa resaca emocional, sumada al desgaste físico, puede convertirse en un círculo difícil de romper.
La soledad como punto de partida (y de llegada)
Uno de los motivos más frecuentes para practicar chemsex es combatir la soledad. Las sesiones ofrecen compañía, pertenencia y la posibilidad de sentirse deseado. Pero cuando el vínculo gira únicamente en torno a las drogas, la soledad se intensifica al terminar el encuentro.
Este bucle —buscar compañía para no estar solo y acabar sintiéndose aún más aislado— es una de las razones por las que muchas personas deciden pedir ayuda.
¿Cómo identificar si el chemsex afecta tu salud mental?
No siempre es fácil distinguir entre un consumo esporádico y una relación problemática con el chemsex. Algunas señales de alarma son:
Dificultad para disfrutar del sexo sin drogas.
Insomnio o ansiedad recurrente tras las sesiones.
Sensación de vacío, culpa o vergüenza después de consumir.
Pérdida de interés en otros espacios sociales que no incluyen chemsex.
Aislamiento o deterioro de la autoestima.
Reconocer estas señales no significa que “estés mal”, sino que quizá necesitas un espacio seguro para explorar lo que te ocurre.
Buscar apoyo sin miedo ni juicios
El chemsex no tiene por qué definirse solo desde el riesgo o el daño. Comprender qué necesidades emocionales cubre y qué heridas trata de tapar es un paso fundamental para salir del bucle.
Tanto la terapia individual como los grupos de apoyo ofrecen la posibilidad de hablar de tu experiencia sin vergüenza, comprender las raíces de tu relación con el chemsex y encontrar nuevas formas de cuidado y conexión.
Un mensaje final
El placer, la intimidad y la búsqueda de pertenencia son necesidades humanas legítimas. Si el chemsex ha sido tu manera de acercarte a ellas, no significa que hayas hecho algo “malo”. Significa que tu historia merece ser escuchada y comprendida.
Si sientes que el chemsex está afectando a tu salud mental, recuerda que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de valentía y autocuidado.
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